martes, 13 de febrero de 2007

El "pero" como una terrible sanguijuela en nuestra vida

Muchas personas suelen contestar a las opciones propuestas con un: "pero no es tan fácil como lo planteas". Otras suelen decirnos "me gustaría hacer tal cosa, pero no se si podré animarme". O también "Eso está muy bueno, pero no es para mi".

Entre el título y este primer párrafo, algún avispado lector ya se dará cuenta para donde voy. Se trata del increíble poder de las palabras... para nuestro inconsciente.

Judit solía decirme "es solo una manera de decir" y yo siempre le respondí "una mala manera de decir".

Con mi amiga, Judit, recorrimos un largo trayecto donde ella misma pudo limpiar algunos de los "metamensajes" que tanto daño se le habían pegado a lo largo de su vida. Ya que comenzaron a leer, me interesa contarles del como trabajan los peros... que no son simples uniones lingüísticas, sino impresionantes devoradores de energía en nuestra vida.

En principio podemos observar como usar un "pero" a la mitad de una frase, divide a esta en dos. Generando una mitad débil y otra dominante. La primera mitad pasa desapercibida por más contundente que ésta sea. La segunda, por el contrario, toma inesperada importancia, transformándose en la recordada por el receptor del mensaje.

Para entender esto, a los que tenemos treinta y pico (o más), nos alcanza con recordar un famoso eslogan de una marca de electrodomésticos para promocionar sus televisores color... allá por los principios de los 80's. Decía: "Caro, pero el mejor".

Sin entrar demasiado en detalle, quiero contarles que los redactores publicitarios conocen desde hace mucho el poder del "pero" en los mensajes enviados directo al inconsciente. Ya es hora que el resto de nosotros podamos utilizarlo para nuestro propio beneficio.

Una vez, Judit, se acercó a mí para contarme que se sentía mal porque no lograba que el muchacho que a ella le gustaba, siquiera supiera de su existencia... y eso que trabajaban en la misma oficina.

Ella había nacido y crecido en un pequeño pueblo lleno de costumbres que le daban el mandato de que una mujer no puede mostrarle interés a un hombre, hasta que él haya venido a ella en una abierta actitud de conquista. Todo lo que no cuadrara con ese mandato, estaba mal visto por la sociedad y lo que es peor, por ella misma.

Cuando yo le pregunté que había hecho ella para mostrarse ante el muchacho como alguien interesante, me contestó un rotundo "nada... me muero de vergüenza si se entera que estoy interesada en él". A lo que le respondí si ella creía que el muchacho tenía poderes psíquicos que le permitieran adivinar su interés...

Le propuse que haga una reunión con algo de comida y baile en su casa (tiene un buen espacio en el jardín como para hacerlo), al estilo de los "asaltos" que hacemos cuando somos adolescentes y las chicas traen comida y los chicos, bebida. Que invite a un grupo más o menos numeroso de personas de la oficina con la excusa de "conocernos más, ya que compartimos tantas horas juntos". De esa forma no quedaría expuesta a invitarlo solo a él y tendría unas horas para poder acercársele.

El plan me había parecido fantástico, incluso a otros amigos que estaban presentes, les había parecido lo mismo. Pero a Judit, no. Dijo "está muy bueno, pero no es tan fácil. Yo no soy así".

Esto parecía ponernos de nuevo donde empezamos. Sin embargo, se me ocurrió decirle lo siguiente:

Ser de determinada manera, no es algo inmutable (como nuestra estatura). Es una decisión que tomamos en cada momento.

Si hasta ahora llegaste a donde estás por pensar así y no te gusta donde estás. No vas a poder salir si seguís haciendo, diciendo y pensando igual.

Parece que estas palabras calaron hondo en mi amiga, porque unos días después se acercó para preguntarme como puede comenzar ese cambio. Se sentía demasiado lejos de poder llevar adelante el plan de la reunión y quería llenarse de valor (o de lo que sea) que le de el poder de hacerlo.

Si saber yo mismo el verdadero poder de lo que le decía, le aconsejé que comenzara por modificar pequeños elementos verbales de su lenguaje... lo llamamos "higiene verbal", ya que se trataba de limpiar lo que de nuestra boca sale, de pensar en esto como el cepillado de nuestros dientes, algo nuestro, pero que nos permite enfrentar al mundo con mucha más seguridad.

Comencemos, le dije, por el pero.

Me gusta pensar en ellos como en pequeñas pero implacables sanguijuelas que se nos van pegando y nos chupan la energía vital.

Si llegamos a un punto donde tenemos demasiadas, la vida se nos pasa, no notamos por qué las cosas no resultan como nos gustaría, protestamos por ello, nos volvemos seres grises y, finalmente, morimos por agotamiento.

Si, por otro lado, nos quitamos totalmente a nuestras sanguijuelas (los peros), nos volvemos peligrosos y poco confiables para el resto de las personas. Es que posiblemente en algún momento:
O infringimos las normas (morales o jurídicas).
O lastimamos a los que amamos.

Es así que el punto de equilibrio para determinar cuantos peros debemos tener en nuestra vida, podría estar definido por las preguntas:

¿Infrinjo una norma?
¿Lastimo a alguien con esto?

Si la respuesta es negativa en ambas, posiblemente ese sea un pero de los que debería deshacerme.